lunes, 11 de enero de 2016

El Becerril y el Plásticos Magonsa Villamuriel sacan un punto del barro


El saltarín del fango, una especie que tiene el barro como ecosistema, sería el único ser capaz de encontrarse a gusto ayer sobre el Mariano Haro, un campo de fútbol convertido en un barrizal sobre el que 22 valientes intentaron jugar sin demasiado éxito. Los saltarines del fango tienen el cuerpo corto y rechoncho, de ellos sobresalen dos ojos saltones, similares a los de las ranas, y una larga cola carnosa, pero los 22 hombres que saltaron ayer al campo no
poseían esas características y no se supieron adaptar a un ecosistema castigado por las intensas lluvias que han caído en los primeros días del año. Ya decía Darwin que la especie que sobrevive no es la más fuerte, ni la más inteligente, sino la que mejor se adapta al medio, y ayer ni morados ni verdes supieron adecuar su juego a las circunstancias.

Ni el Becerril ni el Villamuriel se caracterizan por practicar un fútbol de toque y el Mariano Haro parecía el peor lugar para empezar. La moqueta verde becerrileña se tornó en un escenario más propicio para correr el Cross Internacional de Venta de Baños que para disputar un derbi de Tercera División y los primeros minutos del encuentro transcurrieron entre resbalones imprecisiones y poco fútbol. Un derbi muy esperado por unos y otros se tornó en una lucha contra los elementos en la que el barro y el viento hicieron casi imposible la práctica del fútbol.

Costaba llegar al área y tanto el Villamuriel como el Becerril optaron por probar suerte desde fuera, pero, con el viento en contra, a los morados les costaba mucho sorprender a Sevi, mientras que el aire a favor convertía los disparos lejanos de los cerrateños en imprecisos cañonazos que no inquietaron a Ortega. De hecho, no hubo ni un solo disparo entre los tres palos durante toda la primera mitad y el partido fue especialmente feo. El encuentro se veía cómodamente bajo el techado de la grada del Mariano Haro, pero la lluvia, el viento y el frío hacían que las comodidades sobre el césped fuesen bien distintas, tanto que el árbitro no añadió ni un segundo a una primera parte mucho más descafeinada de lo esperado.

Si el césped estaba mal al comenzar el encuentro, las pisadas de los jugadores contribuyeron a que la capa verde que recubría el terreno de juego fuese desapareciendo poco a poco para tornarse en marrón con el paso de los minutos. Parecía que mover el 0-0 del marcador iba a ser tan difícil como hacer desaparecer el barro de las camisetas de los dos equipos, y es que la lavandería iba a tener trabajo extra, tal vez para compensar la falta de tarea de los dos porteros, que apenas tuvieron peligro que atajar. Un remate de cabeza de Belerda a la salida de un saque de esquina que acabó por encima del larguero en el minuto 56 fue lo más destacado de un partido que se jugó en el centro del campo.

Una genialidad de Melero o una cabalgada de Aitor era lo único que podía cambiar el devenir de un encuentro abocado al empate a cero, y fue el propio Melero el que por fin hizo trabajar a Sevi en el minuto 78, pero su disparo de libre directo fue blocado con seguridad por el portero, que regresaba a la que fue su casa. Los minutos fueron pasando y el Becerril parecía, al fin, haberse adaptado a las complicadas circunstancias, pero era demasiado tarde y el partido llegó al final con los morados volcados en ataque. Al final, el derbi se saldó con un reparto de puntos bueno para los cerrateños, pero que complica la supervivencia de los becerrileños. Alguno dirá que Darwin está con los verdes, y es que se han sabido adaptar muy bien a su nuevo medio: la Tercera División.

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